jueves, 29 de septiembre de 2011

Soltado de su vida.


Hace años en un pequeño pueblo llamado Maisú vivía Alonzo, en el mismo lugar vivía su hija Lorenza que había sido fruto de un amor con una pastelera del pueblo llamada Lucía con la cual vivió, pero por cosas del destino se acabó la relación. Alonzo visitaba todos los días a Lorenza y a veces la llevaba a algunos lugares donde el tocaba música, ya que tenía un habilidad innata por la flauta, era reconocido en su pueblo. Lucía no impedía a Alonzo ver a su hija y Maizú era pequeño por ende no había una gran necesidad de vivir con ella. A veces él viajaba a pueblos y ciudades vecinas, sin duda eran días en que extrañaba muchísimo a Lorenza, pero tenía que trabajar por ella y sabía que lo entendía.
Un día de caluroso verano en Maisú ocurrió algo horrible. Todos dormían en el pueblo cuando de pronto la tierra empezó a sacudirse insistentemente, las luces de las calles se apagaron y todo alrededor de Lorenza y Lucía comenzó a caer. Alonzo pensó de inmediato en su hija y cuando pasó el gran movimiento tomó una vieja bicicleta y fue a casa de las mujeres. En las calles estaba la gran mayoría de las viviendas en el piso, la gente sollozaba y se escuchaban algunos gritos de dolor. Al llegar, Alonzo, vio toda la casa en el suelo y sin duda pensó lo peor. De pronto llega Lorenza junto a su madre con los rostros sucios de polvo, el padre nunca estuvo tan feliz de ver a su hija, la abrazo y lloró. Nada les había sucedido a ellas, pero su casa y pastelería estaban destruidas.
Pasaron los días y la gente aun recogía escombros de aquel terremoto. Alonzo ayudaba a sus amigos cuando llegó Lucía y de la mano llevaba a Lorenza. La madre le iba a comunicar que se iban del país. El rostro de Alonzo se descompuso pero comprendió que era lo mejor para su hija ya que él no tenía donde poder vivir con ella. Abrazo fuertemente a Lorenza, la besó en la frente mientras a ambos le rodaban lágrimas, se prometieron jamás dejar de visitarse y nunca olvidarse.
Han transcurrido varios años desde que Lorenza se fue, pero el amor de los dos aún se conserva como desde el día que ella nació y él nunca dejo de preocuparse por ella. Cada año se visitan y se envían cartas, pero Alonzo aún siente el vacío de no verla día a día para abrazarla. Sin duda es el más grande amor de padre que he visto en muchísimo tiempo.